Las meninas, de Diego Velázquez, es un cuadro de 3,18 m x 2,76 m, y está considerado como uno de los mejores de la historia, una de las obras más famosas y controvertidas de este genial pintor, calificado como “pintor de pintores” y “el más grande pintor que jamás ha existido” por el famoso Èdouard Manet, pintor francés que influyó notablemente sobre los iniciadores del impresionismo.

El cuadro plasma una escena de la familia de Felipe IV. El motivo está situado en el Cuarto del Príncipe, una de las salas del Alcázar de Madrid.

Velázquez pintó este cuadro en 1656, durante el reinado de Felipe IV, penúltimo monarca de la dinastía de los Austrias. Cuando Velázquez pintó Las meninas, el rey estaba ya muy envejecido y con evidentes signos de cansancio, y quedaron demostrados en la obra del mismo autor, Retrato de Felipe IV (entre 1656-1657).

El término menina es de origen portugués, y por él se conocía a las acompañantes, generalmente de familia noble, que servían como doncellas de honor a las infantas, hasta su mayoría de edad.

En 1666, el cuadro era descrito como Retrato de la emperatriz. Tras el incendio del Alcázar, en 1734, recibió el título de La familia de Felipe IV. Posteriormente, en 1843, en el catálogo que elabora Pedro de Madrazo, recibirá el nombre actual: Las meninas, según lo describe el pintor y tratadista de pintura, Antonio Palomino, gracias al cual podemos conocer los personajes que aparecen en el cuadro:

 

1. Margarita María Teresa de Austria. Esta infanta, hija de Carlos IV, de unos 5 años de edad, es el personaje protagonista. Está en centro y es la que está pintando Velázquez por ser la posible futura reina.

Las meninas, son:

2. María Agustina Sarmiento (ofreciendo una vasija con agua), es hija del Conde de Salvatierra.

3. Isabel de Velasco (a la dcha. de la infanta) haciendo una reverencia. Es hija de Bernardino López de Ayala y Velasco, VIII Conde de Fuensalida.

4. Diego Velázquez. Aparece en un autorretrato mirando hacia los observadores de la obra, mientras piensa cómo pintar y plasmar el concepto que tiene en la cabeza, pues la pintura no solo es trabajo manual sino mental. El emblema de su pecho, la Cruz de la Orden de Santiago, se pintó posteriormente, cuando fue admitido, en 1658, en esta Orden militar-religiosa surgida en el Reino de León.

5. José Nieto Velázquez. No se sabe si era pariente del pintor. Está al fondo del cuadro. Era jefe de la Tapicería, y Aposentador de la reina, encargado de adecuar y organizar las habitaciones del palacio, sirviendo así hasta su fallecimiento. Por su postura, no se puede determinar si entraba o salía de la habitación.

Los enanos de la parte inferior derecha del cuadro, los cuales vivían en palacio:

  1. Mari Bárbola. De nombre María Bárbara Asquín, era de origen alemán. Tras la muerte de su señora, la Condesa de Villerbal y Walther, pasó a formar parte del servicio de palacio “con paga, raciones y cuatro libras de nieve durante el verano”. Posteriormente, Felipe V la desterró y regresó a Alemania, su país de origen, hacia el 1700.
  2. Nicolasito Pertusato. Procedente de una noble familia italiana, estuvo al servicio de la corte durante el reinado de Felipe IV -cuya esposa, Mariana de Austria, fue su principal valedora-. Allí desempeñó el papel de merced de enfermería y criado de la Cámara. Con Carlos II, fue ascendió a Ayuda de Cámara.

8. Marcela de Ulloa. Aparece como una monja. Estuvo casada con Diego de Peralta Portocarrero, Marqués de Almenara. Cuando enviudó, entró al servicio de la Condesa de Olivares, y cuando ésta cayó en desgracia, entró en el Palacio Real como camarera mayor y encargada de la infanta Margarita.

9. Diego Ruiz Azcona (?). Estudios recientes afirman que es el hombre que aparece -en medio penumbra- junto a la anterior. Ambos eran guardadamas, cuyo principal trabajo era ir a caballo, al estribo del coche de las damas, para que nadie llegase a hablarles, y después se limitó al cargo de despejar la sala del cuarto de la reina en las funciones públicas.

10. Felipe IV y Mariana de Austria. Ambos aparecen reflejados en el espejo que hay al fondo del cuadro. Están en donde estarían los espectadores. Es decir, si el espejo fuera real, la imagen reflejaría a los observadores del cuadro.

11. También hay un perro mastín leonés medio dormido.

En definitiva, como decíamos en la introducción, es uno de los mejores cuadros de la historia del arte.

J.A.T.

Agradecimiento: Museo Nacional del Prado

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