Agustina de Aragón (1786-1857) es el “nombre de guerra” con el que se le conoce a Agustina Raimunda Saragossa i Domènech, una mujer catalana -nacida en Reus- y criada en Aragón que luchó contra las fuerzas invasoras de Napoleón Bonaparte. Primero luchó como civil y luego como una oficial profesional del ejército español, con el rango de Subteniente.

A no dudar que podía aplicársele el calificativo de “una mujer de armas tomar”, dado que participó en el primer y segundo asedio a Zaragoza y en la batalla de Vitoria. De hecho, fue la mujer más famosa y laureada de España en aquel momento.

Los más “románticos” la consideran la “Juana de Arco española”, al ser objeto de mucha mitología, junto al poema Childe Harold de Lord Byron, y obras de arte como la serie de grabados de Francisco de Goya, Los desastres de la guerra, en la que Agustina es a única figura reconocible.

El 15 de junio de 1808, se produce el primer asalto a Zaragoza.

El 2º asalto, por parte del general Charles Lefrèbvre-Desnoëttes, llega el 27 de junio.

Y el gran asalto se produce el 2 de julio. Agustina, que como otras mujeres, había ido a llevar alimento a los soldados o a ayudar a los heridos, vio que las tropas españolas caían ante los franceses, huyendo y abandonando los puestos de defensa. Así que corrió hacia un cañón, lo cargó y encendió la mecha, destrozando la oleada de atacantes. Esto motivó a los soldados españoles a volver y ayudarla en la lucha contra el invasor. Recibió el reconocimiento del general Palafox, nombrándola Sargento y asignándole 6 reales diarios de sueldo.

Con el tiempo, Agustina fue capturada y encarcelada y vio cómo su primogénito, Eugenio, era ejecutado por los franceses. Pudo escapar audazmente y liderar escaramuzas contra los franceses, y su papel fue tomando preponderancia gracias a la ayuda encubierta que les proporcionaba el Duque de Wellington. De hecho, fue la única mujer oficial de Wellington, ascendiendo al rango de Capitán.

Hay una curiosidad en la vida de esta mujer y es que, según algunos historiadores, estuvo casada con dos hombres a la vez, a los que dejó para casarse nuevamente.

Se casó, por primera vez, en 1803, a la edad de 17 años, con Joan Roca Vilaseca, un cabo de artillería -con quien tuvo un hijo-, junto al cual vivió los primeros días de la invasión de Napoleón. Fue a vivir a Zaragoza con unos familiares, y como se dio por desaparecido a su marido, ella le dio por muerto en el campo de batalla.

Decidió participar en la lucha, el 30 de junio de 1808, se presuntamente se casó (hay dudas sobre ello) con otro militar, el capitán Luis de Talarbe, con quien vivió hasta 1814. Según algunas investigaciones, este hombre fue, en realidad, José Carratalá y Martínez, que llegó a ser Ministro de la Guerra en 1838. Agustina de Aragón cayó enferma y, en febrero de 1809, fue apresada por los franceses cuando finalmente tomaron la ciudad, aunque pudo escapar.

Tras la fama conseguida en la defensa de El Portillo, se fue a Teruel, a Sevilla y a Cádiz donde conoció al general Wellington. Después peleó en Tortosa, donde fue apresada junto a su marido, aunque se escapó de nuevo. Después de la guerra se reunió con él en Valencia.

Pero, en 1814, se enteró de que su primer marido no había muerto en batalla, como ella creía, con lo que se le presentó un gran dilema que resolvió abandonando a los dos maridos. El primero murió poco después, y el segundo emigró a América. Ella rehízo su vida casándose con Juan Eugenio Cobo de Belchite y Mesperma, con quien tuvo una hija.

Como recompensa por los servicios prestados en la guerra, el rey Fernando VII, concedió a Agustina una pensión de 100 reales y le otorgó el grado de Subteniente de Infantería.

Varias décadas después falleció, de una grave afección pulmonar, en Ceuta con 71 años. Era el 29 de mayo de 1857. Aunque fue enterrada allí y a la que se le rindió honores militares, posteriormente, en junio de 1870, fueron llevados a la cripta de la Basílica del Pilar. Allí permanecieron hasta el 15 de junio de 1908, en que fueron trasladados a la Iglesia de Nuestra Señora del Portillo, junto al enclave donde ocurrió el hecho que le dio fama, siendo presidida la ceremonia por el rey Alfonso XIII.

J.A.T.


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