París: Una ciudad llena de historia

 

La noche del 23 de agosto de 1572 aconteció la Matanza de la Noche de San Bartoloméel asesinato en masa de los hugonotes (cristianos protestantes franceses de doctrina calvinista). El día anterior tuvo lugar el intento de asesinato del almirante Gaspar de Coligny –noble, político y militar, sumamente respetado, líder del partido de los hugonotes-. Le dispararon con un arcabuz, perdiendo un dedo y siendo herido en su brazo izquierdo.

El rey Carlos IX se entrevistó con Coligny para asegurarle protección, y los hugonotes irrumpieron pidiendo justicia. Esto hizo crecer el temor de una represalia por parte de los hugonotes, que se incrementó por el hecho de que el cuñado de Coligny estaba acampado con 4.000 hombres a las afueras de París, lo que alimentó la idea de una posible venganza por parte de los protestantes.

La noche del día 23, Catalina de Médici se reúne con el rey para analizar la situación y éste, finalmente, decide quitar de en medio a los cabecillas hugonotes. Se ordenó a las autoridades de la ciudad que cerraran todas las puertas de la ciudad, se armó a la clase burguesa como protección. Parece que el toque de las campanas de la iglesia de Saint-Germain l’Auxerrois dio la señal para que los nobles protestantes fueron expulsados del Palacio del Louvre y masacrados en las calles. Coligny, aún convaleciente, fue asesinado en su lecho, arrojándolo a la calle por una ventana del palacio. Durante la madrugada, el pueblo persiguió a los hugonotes por la ciudad, continuando la matanza de miles de ellos (incluidas mujeres y niños) durante varios días y extendiéndose a otras poblaciones, a pesar de que el rey intentó detener tal carnicería.

Esta matanza fue celebrada en Roma, y «curiosamente», en la Basílica de San Pedro, el papa Gregorio XIII entonó un solemne “Te Deum”, -tradicional acción de gracias , usada en celebraciones para agradecer a Dios una dádiva recibida.  Además hizo acuñar una moneda conmemorativa: en una cara estaba grabada su propia efigie, y en la otra, un ángel con la espada desenvainada matando hugonotes bajo el lema “Ugonotiorum strages” (la destrucción de los Hugonotes).

Ya en el siglo XVIII, París se hizo peligrosa debido a la pobreza que había en la población en contraste con la opulencia y despilfarro de la clase noble. La Corte de los Milagros era una zona de París habitada por mendigos, ladrones y prostitutas. Se encontraba en el barrio del mercado de Les Halles. Recibió este nombre porque, durante el día, sus habitantes pedían limosna –algunos con espada al cinto y la mano en su empuñadura- fingiéndose ciegos o discapacitados; pero de noche, ya en sus casas (corte), recuperaban milagrosamente la salud. Era un mundo con sus propias leyes, costumbres, su propio gobierno y su propio argot en el que imperaban los asesinatos, los robos y el pillaje. Ni policías ni soldados se atrevían a poner un pie en la zona controlada por el Gran Consejo. Cuando Luis XIV ordenó construir una calle que atravesaba de lado a lado la zona, todos los obreros fueron asesinados, cancelándose el proyecto.

Esta Corte se había convertido en una sociedad secreta tan peligrosa para el poder real que hasta podían convertirse en un potencial “ejército” para alguien con poder y dinero. Por eso, el rey Luis XIV, tras una oleada de horrendos crímenes, ordenó que fuera eliminada, dando la encomienda a Gabriel Nicolás de La Reynier, recién nombrado teniente general de la policía. Tras 3 fracasos, tuvo que aparecer en persona comunicando que, por orden real, el lugar tenía que ser evacuado y que las últimas 12 personas en abandonar el lugar serían colgadas o enviadas a galera, lo que provocó una desbandada. Transcurridos 30 años, miles de maleantes habían sido enviados a galeras. Si bien  la Corte de los Milagros no llegó a representar una amenaza tan seria como antes, siguió siendo lugar de delincuentes y mendigos hasta que se demolió la zona en el siglo XVIII.

La situación social siguió siendo caótica lo que finalmente desembocó en la Revolución de 1789, y la Toma de la Fortaleza de la Bastilla, símbolo del absolutismo monárquico, prisión estatal y referente estratégico de represión ya que sus cañones apuntaban hacia los barrios obreros. En unas cuantas horas, la prisión fue tomada y su gobernador, Bernard-René Jordan de Launay, arrestado y llevado al Ayuntamiento donde fue apuñado con bayonetas y recibió un balazo. El reinado del terror trajo consigo muchas venganzas y matanzas de sospechosos.

Con la llegada de Napoleón Bonaparte y tras autoproclamarse Emperador, París se convierte en la capital del Imperio y empieza a vivir un tiempo de expansión. Con el paso de los meses, también llegaron, como contrapartida, las grandes diferencias sociales que dieron lugar a las conjuraciones de 1830 y 1848, de la gente del pueblo y de la burguesía contra los grandes burgueses, acabando con una terrible represión en 1848 llevada a cabo por la Asamblea Constituyente.

El gobierno imperial de Napoleón III cae en la Guerra Franco-Prusiana (1870-1871) y tras un sitio de poco más de 4 meses, las tropas prusianas entran triunfales.

Un año después, en un vacío de poder, llegó la insurrección de La Comuna, una especie de gobierno gestionado por el pueblo que finalizó con más de 20.000 muertos.

Los últimos 20 años del siglo XIX concedieron a la ciudad una fisonomía más reconocible. También tuvieron lugar varias exposiciones universales, siendo muy notable la de 1889 por conmemorarse el centenario de la Revolución, culminando esta efeméride con la construcción de la Torre Eiffel –que se pretendía desmontar al concluir la exposición- pero que ha quedado hasta nuestros días como símbolo de la ciudad.

En 1900 hubo otra Exposición Universal para la que se construyeron obras arquitectónicas de gran calado como el Grand Palais y Petit Palais, la Estación de Lyon y el puente Alexandre III.

En la I Guerra Mundial, París recibió incontables bombardeos. Pero, en la II Guerra Mundial, el ejército nazi entró en la ciudad (1940), aunque tras 4 años de ocupación apenas recibió destrozos de consideración si lo comparamos con otras ciudades europeas. Pese a no ser un punto estratégico para las fuerzas aliadas, el general Charles de Gaulle les convenció para liberarla.

Ha tenido episodios de importantes revueltas callejeras como las violentas manifestaciones contra la guerra con Argelia y numerosos atentados de las OAS (Organización del Ejército Secreto), y las revueltas estudiantiles del 68 o las del 95, 2005 o 2006.

Pese a todo, la ciudad ha estado en continuo avance teniendo un gran impulso urbanístico y en infraestructuras, destacando el Gran Arco de La Défense, donde se encuentra uno de los principales centros de negocios y financieros del mundo y el más grande de Europa. También tiene un eficaz y moderno sistema de transporte que permite desplazarse rápida y cómodamente dentro de la ciudad o hacia otros destinos. Sin duda una ciudad que merece la pena ser visitada.

(J.A. Talz)

Esperamos que haya sido de su agrado el artículo: París: Una ciudad llena de historia