El Pervitín fue un fármaco fabricado con metanfetamina y un estimulante a base de cocaína que la Wehrmacht, las fuerzas armadas alemanas, tomaron en grandes cantidades durante la II Guerra Mundial.

Al inicio de la II Guerra Mundial, el 1 de septiembre de 1939, las fuerzas alemanas conquistaron gran cantidad de territorio de Polonia (en el frente del Este), llegando hasta su capital, Varsovia, en menos de 1 mes, moviendo 1.500.000 soldados, más de 1.500 aviones y más de 2.700 tanques.

Alrededor de 7 meses después, el 10 de mayo de 1940, se inició la ofensiva en el frente occidental con 141 divisiones, más de 5.000 aviones y 2.400 vehículos acorazados. 5 días después los holandeses están bajo su control y, 2 semanas después, para el día 28, serían los belgas, los cayeron. Después de otras 2 semanas, los nazis dominaban París y desfilaban bajo el Arco del Triunfo.

Un año después, en junio de 1941, se inicia la invasión de la Unión Soviética.

El bando aliado se preguntaba cómo era posible tanta rapidez en el avance del ejército alemán. Esa estrategia de “guerra relámpago” (blitzkreig) exigía mantener despiertos a los soldados para acosar de forma constante al enemigo; pero… ¿cuándo comían? ¿cuándo descansaban?

El secreto radicaba en el uso masivo de la droga que el director del Instituto de Fisiología General y Militar, Otto Friedrich Ranke, había experimentado desde 1937. El Pervitín (según algunos, muy parecido al Speed) combatía la fatiga y reducía el apetito. Ranke expuso que “en la mayoría de las personas, esta sustancia aumenta la confianza en uno mismo, su concentración y su voluntad de asumir riesgos”. Un teniente coronel dio testimonio de esto al expresar que no sentía ningún efecto secundario, ningún dolor de cabeza, mente despejada, afirmando que pudo estar 3 noches seguidas sin dormir y luchar con energía contra los polacos.

En esos primeros 2 años de avance tan fulminante e intensivo, los soldados alemanes apenas dormían, apenas comían y cada día recorrían distancias extraordinarias. Para ello, durante la invasión de Polonia se repartieron unos 35.000.000 de tabletas de Pervitín entre las diferentes ramas del ejército nazi. Eran consumidas, principalmente, por los soldados que iban en los “Panzer”, los temibles tanques alemanes que ejercían de “punta de lanza” en los ataques.

Algunos periodistas, como Norman Ohler, piensan que los soldados no eran conscientes de las sustancias que consumían. Solo veían que los efectos al tomar la pastilla establecida por el ejército les provocaba un “subidón”, que incluía la pérdida de miedo en el combate, y, a partir de ahí, se hicieron consumidores del producto. Pero, al abusar del producto, las dosis tuvieron que aumentarse para que siguieran manteniéndose esos efectos.

Obviamente, después llegaba la “resaca”, sus efectos secundarios: ansiedad, trastorno de carácter, agresividad y violencia inusual, brotes psicóticos, delirios y visión doble. También empezó a provocar alucinaciones auditivas externas (como escuchar al alguien a tu alrededor, sin que hubera nadie) o internas (voces interiores). De hecho, en la invasión de Francia, algunos oficiales murieron por abusar del Pervitín.

Así, a finales de 1940, la Wehrmacht prohibió su suministro “oficial”, y se le declaró como una sustancia de uso restringido, aunque seguía consumiéndose en gran cantidad de forma clandestina. Hasta se llegó a pedir Pervitín a padres y familiares para que se lo enviasen: eso admitió el soldado Heinrich Theodor Böll, mientras luchaba en Francia y en Polonia, quien, en calidad de escritor, recibió el Premio Nobel de Literatura en 1972.

J.A.T.