Una historia le ocurre a Alejandro Magno en Corinto, durante los Juegos Ístmicos. En Atenas vivía el filósofo Diógenes el Cínico, llamado así por sus planteamientos de autosuficiencia: una vida independiente a los lujos, la riqueza y los bienes son algo despreciable. Vivía, como un vagabundo y convirtió la pobreza extrema en una virtud. Se decía que tenía como casa una gran tinaja e iba con una lámpara por las calles “buscando un hombre honesto”.

Estando en Corinto se encontró con Alejandro, el cual tenía interés en conocerlo, tal era la fama que tenía. Así se puso delante de él y le dijo: “Soy Alejandro”, espetándole: “Y yo, Diógenes el perro”, lo que causó cierto revuelo por la forma de contestarle a un rey. Alejandro le preguntó por qué le llamaban así, a lo que respondió: Porque alabo a los que me dan, ladro a los que no me dan, y a los malos les muerdo.

Alejandro, impasible le dijo que le pidiera lo que quisiera. Diógenes, sin inmutarse, respondió: “Quítate de donde estás, que me tapas el sol”. Alejandro, sorprendido, le preguntó: “¿No me temes?”. Diógenes le contestó con gran aplomo con otra pregunta: “Gran Alejandro, ¿te consideras un buen o un mal hombre?”, a lo que Alejandro respondió que se consideraba un buen hombre. Diógenes le dijo: “Entonces… ¿por qué habría de temerte?”. Toda la gente se escandalizó, Alejandro pidió silencio y dijo: “Silencio… ¿Sabéis qué os digo a todos? Que si no fuera Alejandro, me gustaría ser Diógenes”.

En otra ocasión, Alejandro encontró al filósofo mirando atentamente una pila de huesos humanos. Diógenes dijo: “Estoy buscando los huesos de tu padre, pero no puedo distinguirlos de los de un esclavo”.

A partir de ahí iniciará sus conquistas en las que doblegará a la temible potencia medo-persa.

Conquistas de Alejandro.

Conquistas de Alejandro.

Mayo 334 a. JC.: Partiendo de su ciudad natal, Pella, cruza el Helesponto, el Estrecho de Dardanelos, y tiene lugar la 1ª batalla contra los persas, la Batalla del río Gránico. Pese a estar en la pelea en la que estuvo más cercano a su muerte –en la que Clito el Negro, llamado así por su cabellera azabache, le salvó la vida-, consigue la victoria y, en vez de perseguir a los persas, prosigue la conquista de Asia Menor, lo que consigue ese invierno, decidiendo pasarlo en Gordión, antigua capital de Frigia, donde encuentra un carro sujeto con un nudo tan complicado que nadie podía desatarlo, por lo que la leyenda prometía que quien lo desatara se haría el dueño del mundo. La leyenda cuenta que Alejandro lo cortó con un tajo de su espada. Esa noche hubo una tormenta con rayos y, según Alejandro, indicaba que Zeus estaba de acuerdo, expresando: “es lo mismo cortarlo que desatarlo”.

J.A.T.