EL ACEITE DE OLIVA EN EL IMPERIO ROMANO

 

Aceite de oliva

A partir del siglo VI a. JC., el olivo pasó a Libia, a Túnez, a Sicilia y a Italia (en dirección sur-norte), desde Calabria a Liguria. El contacto comercial y guerrero de los griegos con los etruscos hizo que el cultivo del olivo se introdujese en Italia. Se dice que pudo llegar a la península itálica en la época del reinado de Lucio Tarquinio Prisco, (616-578 a. JC.), aunque se cree que pudo haber llegado a Italia unos 300 años antes de la caída de Troya.

Catón el Viejo describe en su obra De agri cultura diferentes métodos de cultivo, poda y cuidado del olivo. Algunos autores estimaron un consumo medio de 20 litros de aceite de oliva por romano. De hecho, el uso del aceite de oliva era tan popular entre los habitantes de la ciudad de Roma que había unos 123 puestos de venta de aceite de oliva frente a los 240 que vendían pan.

Las conquistas del Imperio romano permitieron a éstos llevar el olivo como una forma de “conquista pacífica”, y así contribuyeron a una rápida expansión de los cultivos olivares por todos los países del Mediterráneo. El cultivo de los olivares hacía que muchas tribus nómadas se hicieran sedentarias y desearan la paz con los pueblos cercanos, paz que sólo podía garantizar el imperio. De esta forma el olivo está considerado como símbolo de paz; también se usaban como ofrenda de los generales romanos victoriosos, como ya hicieron anteriormente los griegos.

Parece que el olivo es introducido en la Galia a través del puerto mediterráneo de Marsella (alrededor de 600 años antes de Jesucristo).

España consiguió el olivo a través de los fenicios (1100 a. JC.), y gracias a las relaciones económicas con Grecia fue aumentando su cultivo. No obstante, su explosión productora se inició con la llegada del general Publio Cornelio Escipión El Africano hacia el 212 a. JC. Con el tiempo, el núcleo expansivo situado en la Bética se amplió hacia el centro de la península, y hacia el este –a la costa del Mediterráneo).

Como comentábamos al inicio, los árabes también tuvieron una influencia considerable en el desarrollo de la producción olivarera al introducir sus variedades en su conquista de Al-Ándalus. El aceite de oliva es halal (alimentos aceptables según la sharia, o ley islámica). Los musulmanes del Al-Ándalus distinguían entre dos tipos de aceites: aquellos que se extraían de la aceituna verde (zayt al-unfāq) y el aceite extraído de la aceituna madura (zayt al-zaytūn).

El Descubrimiento del Nuevo Mundo, a partir de 1492, permite llevar hasta allí el cultivo del olivo: Antillas, California, México, Perú, Chile o Argentina, donde podemos encontrar el “Olivo de Arauco” –de más de 4 siglos-, que tiene unos 3 m. de diámetro, y es el único sobreviviente de la tala ordenada en el siglo XVIII por el virrey de España, Pedro Fernández de Castro (Conde de Lemos). Según algunos relatos, una vecina de la localidad consiguió cubrir el pequeño ejemplar y así ocultarlo a las cuadrillas que talaron el resto de los olivos, en un intento de anular absolutamente cualquier posibilidad de producción de olivas fuera de España. De este único ejemplar que sobrevivió se extrajeron los esquejes que, luego de multiplicaciones y cruzamientos varios, dieron lugar a la olivicultura de toda la región cuyana. Esta situación fue el origen de la variedad Arauco, única variedad argentina reconocida.

También se puede encontrar olivos en lugares tan distantes como en China, la República Sudafricana, Japón o Australia.

Que el olivo es de espíritu mediterráneo queda expresado en palabras del poeta francés George Duhamel cuando dijo que “El Mediterráneo acaba donde el olivo deja de crecer”.

J.A.T.

Agradecimientos:     www.internationaloliveoil.org     –     www.sabor-artesano.com