Gonzalo Fernández de Córdoba (El Gran Capitán)

 

Gonzalo Fernández de Córdoba, nacido en Montilla (Córdoba), el día 1 de septiembre de 1453, fue un noble, político, militar, caballero y Comendador de la Orden de Santiago que recibió el sobrenombre de “El Gran Capitán” por su excelencia en la guerra.

Se crió en Córdoba –junto a su hermano mayor- al cuidado del prudente caballero y pariente suyo, Pedro de Cárcamo. Desde niño fue incorporado como paje al servicio del príncipe Alfonso de Ávila, hermano de la que sería Isabel I de Castilla “La Católica”. Cuando el príncipe murió, pasó al séquito de Isabel.

Fue en la larga Guerra de Granada –el conjunto de campañas militares que mantuvieron los Reyes Católicos para conseguir el reino nazarí de Granada- donde sobresalió como soldado, demostrando dotes de mando y un ingenio práctico al idear una máquina de asedio hecha con las puertas de las casas para proteger el avance de las tropas. Pero el colofón de sus acciones llegó en la conquista de Loja (Granada) donde consiguió hacer prisionero al rey nazarí Boabdil y llevarlo ante los Reyes Católicos. Él se encargó de las negociaciones con Boabdil para la rendición de Granada a principios de 1492.

Posteriormente, participó en las guerras de Italia y hasta gobernó como virrey en Nápoles durante 4 años, y fue el instrumento del envío a España, en 1504, de César Borgia, el hijo del papa Alejandro VI para su custodia en Chinchilla (Albacete).

Posiblemente, el episodio más conocido de su vida fue cuando, tras morir Isabel la Católica, el rey Fernando se hizo eco de ciertos rumores que acusaban a “El Gran Capitán” de apropiación de fondos de guerra durante el conflicto italiano, y temiendo que se hiciese independiente gracias a la gran fama y notoriedad que había adquirido, acabó con su destitución del mando. Aunque no está demostrado que le pidiese cuentas, Gonzalo, para justificar que lo que se decía de él no era cierto, presentó unas cuentas (que se conservan en el Archivo General de Simancas) con tal detalle, que han quedado como ejemplo de frase hecha para una relación en la que los elementos que la integran parecen exagerados, o para una explicación pedida por algo a la que no se tiene derecho. De las diferentes versiones la más común sería:

“Por picos, palas y azadones, cien millones de ducados; por limosnas para que frailes y monjas rezasen por los españoles, ciento cincuenta mil ducados; por guantes perfumados para que los soldados no oliesen el hedor de la batalla, doscientos millones de ducados; por reponer las campanas averiadas a causa del continuo repicar a victoria, ciento setenta mil ducados; y, finalmente, por la paciencia de tener que descender a estas pequeñeces del rey a quien he regalado un reino, cien millones de ducados.”

J.A.T.