La isla de Izaro está situada en el mar Cantábrico, en Bizkaia, frente a las poblaciones de Mundaka (a 2,2 km) y Bermeo (a 3 km). La isla es alargada y tiene forma triangular, con una longitud de 675 metros y una anchura máxima de 150 metros. Su punto más alto tiene 44,5 metros.

Se cuenta la historia de que, en 1422, Diego López de Zúñiga (obispo de Calahorra) y Fray Martín de Arteaga construyeron un convento franciscano en la explanada superior. Su situación de aislamiento hizo que adquiriera fama y fuera visitado por 3 reyes que fueron a Bizkaia a jurar los “Fueros”:

  • Enrique IV de Castilla (1457),
  • Fernando el Católico (1476)
  • Isabel la Católica (1483), la cual ordenó construir una escalinata de 255 peldaños desde la orilla hasta la entrada de la iglesia.

Hay unos cuantos episodios curiosos sobre la isla. Una de las leyendas cuenta que, en 1596, soldados que iban en una flota de 14 navíos comandada por Sir Francis Drake lo saquearon, causándole graves daños, aunque no llegaron a incendiarlo. Se dice que mutiló algunas imágenes y que obligo a los frailes a bailar desnudos.

No obstante, historiadores y expertos en la materia coinciden en que esta historia no es real ya que no hay constancia ninguna que demuestre que Sir Francis Drake navegase por esas aguas en esas fechas. El ataque se produjo el 1 de septiembre y Drake había muerto en enero de ese año. Mucho más probable es, sin embargo, que Izaro fuera saqueada por corsarios hugonotes franceses, muy habituales en el mar Cantábrico en aquella época. Éstos intentaron conquistar Bermeo; pero los bermeanos cerraron las puertas de la ciudad y consiguieron ayuda de unos 400 hombres de otros pueblos cercanos. Entre todos expulsaron a los corsarios. En su huida, destruyeron el convento de Izaro. El prior se escondió en una cueva; pero parece ser que encontraron a 2 frailes a los que obligaron a bailar desnudos.

En 1719, el convento fue abandonado, con lo que la isla quedó deshabitada. Apenas quedan vestigios de él.

Otro episodio cuenta que la propiedad de la isla fue origen de disputas entre las vecinas Bermeo y Mundaka y se cuenta que dirimieron la controversia en una regata en la que los bermeanos salieron victoriosos. Elantxobe, que en un tiempo participó de la disputa, quedó al margen y ejerció de árbitro. Parece ser que la regata susodicha jamás tuvo lugar, aunque sirve como justificación para la fiesta que celebra la victoria o la paz entre ambos pueblos, cada 22 de julio, día de Santa Magdalena, en la que cientos de embarcaciones parten desde Bermeo y se acercan a la isla. El alcalde de Bermeo, en presencia del de Elantxobe y Mundaka, lanza una teja (símbolo de jurisdicción) al mar renovando así la propiedad de la isla de Izaro, con las palabras: Honaino heltzen dira Bermeoko itxuginak” (“hasta aquí llegan las goteras de Bermeo”).

Hay también otra leyenda sobre Izaro que narra que fue escenario de un amor apasionado entre una joven bermeana y un apasionado fraile del convento ubicado en el lugar allá por el siglo XV. Cada noche el joven monje nadaba para alcanzar la costa, mientras ella le señalaba el lugar con una vela en su ventana avisándole de que todos dormían. Pero, al igual que en las historias románticas de la época, como en “Romeo y Julieta”, el final fue trágico. El padre de la chica, descontento con el romance y sabedor de las artimañas de los amantes, colocó la vela en un lugar alejado e hizo que el pobre fraile enamorado nadara hacia el lugar equivocado y se ahogara en un golpe de ola contra las rocas. Su amada quiso compartir su destino tirándose desde un acantilado y los cuerpos de los jóvenes fueron devorados por las gaviotas.

Son precisamente estas aves marinas, junto a cormoranes y garcetas, las únicas habitantes del islote hoy en día. Antes hubo conejos que los frailes franciscanos llevaron seguramente para su sustento; e incluso ovejas, en los tiempos en que Izaro era arrendado para el pastoreo.

J.A.T.

Agradecimiento foto cabecera: Mikel Arrazola