Esparta implantó una estricta eugenesia destinada a conseguir ciudadanos sanos y fuertes. Según Plutarco, cuando nacía un niño, era examinado por una comisión de ancianos en la Lesjé (“Pórtico”, “Soportales”), para determinar si era hermoso y de constitución robusta. En caso contrario se le llevaba al Apóthetas, una zona barrancosa al pie del Taigeto, donde se le arrojaba o abandonaba en una cima. Se buscaba eliminar así toda boca improductiva. Si el niño (o la niña) superaba la prueba, era confiado a su familia para que lo criase.

Durante su estancia en el ámbito familiar no se mimaba al niño. Se instruía especialmente a las nodrizas para que lo criaran sin pañales que constriñesen su crecimiento o debilitaran su resistencia al frío y al calor. Al niño pequeño se le prohibía toda clase de melindres, caprichos o rabietas, y debía acostumbrarse a estar solo y a no temer a la oscuridad. Era también costumbre bañarlos con vino, pues existía la creencia (así lo afirma Aristóteles) de que provocaba convulsiones, haciendo que las naturalezas enfermizas sucumbieran enseguida y robusteciendo, en cambio, las sanas. Las nodrizas espartanas llegaron a gozar de fama en algunas regiones de Grecia.

El Estado tutelaba la vida de los niños desde los 7 años hasta los 20. A los 7 años, eran arrancados de sus casas y un magistrado especializado (paidónomo) supervisaba su educación. Aunque aprendían a leer y escribir, y a cantar, lo que se buscaba era fortalecerlos físicamente y adiestrarlo en el manejo de las armas. Se les grababa que lo importante era la disciplina, la obediencia ciega a sus superiores y a mirar siempre por el bien de la ciudad.

A los niños se les cortaba el pelo al rape. Andaban descalzos, y la mayor parte del tiempo estaban desnudos y mugrientos pues apenas se les permitía bañarse. Cuando lo hacían, era en las heladas agua del río Eurotas incluso en pleno invierno. Con 12 años se les daba una prenda de lana al año. La comida estaba racionada al mínimo indispensable para que tuvieran que robarla; pero debían hacerlo con destreza pues si eran cogidos se les castigaba duramente, no por robar, sino por haber sido pillados. Dormían sobre haces de cañas recogidas en el río, cortadas a mano por ellos mismos, sin usar herramienta alguna.

Debían pelear entre ellos a puñetazos y puntapiés, y no les permitía que llorasen. Incluso durante las fiestas de la diosa Ártemis, algunos eran flagelados hasta la muerte sin expresar un solo quejido de dolor.

Cuando llegaban a los 15 años, se dejaban el pelo largo –propio de los soldados-. Decían que así al guapo lo hacía más atractivo, y al feo le daba una apariencia más terrible.

A partir de los 20 años vivían en un régimen de acuartelamiento.

J.A.T.

Agradecimiento foto cabecera: xlibber – Spartan Helmet, CC BY 2.0