A inicios del siglo XXI parecía que algo iba mejorando en el problema de la desnutrición. Sin embargo, desde el año 2016, el hambre ha ido aumentando de nuevo hasta llegar a los niveles de hace una década.

Según UNICEF, en el año 2017, unos 821.000.000 de personas están subalimentados: un promedio de 1 de cada 9.

En un informe del año 2018, la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura) se analiza la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo. En él se indicaba que la situación se ha agravado ya que si la prevalecencia de la subalimentación era un factor para el seguimiento del problema del hambre, ahora hay que añadirle otro problema: la prevalecencia de la inseguridad alimentaria grave. Este es un concepto más amplio que pudiera definirse como “la probabilidad de una disminución drástica del acceso a los alimentos o de los niveles de consumo, debido a riesgos ambientales o sociales, o a una reducida capacidad de respuesta”.

El primero de los problemas, la subalimentación, se mantiene “estable” en la mayoría de las regiones de Asia mientras que el segundo aumenta en América del Sur y en casi todas las subregiones de África.

Desgraciadamente tenemos que familiarizarnos con términos que utiliza la FAO que sirven para definir los distintos grados de gravedad de tan grave problema:

  • Subnutrición: (Inseguridad alimentaria crónica), es decir, la ingestión de alimentos no satisface la necesidad de energía básica de forma continua.
  • Malnutrición: estado patológico ocasionado por la deficiencia, insuficiencia, exceso de uno o varios nutrientes, o la mala asimilación del alimento.
  • Desnutrición: estado patológico que es consecuencia de una dieta insuficiente en uno o varios nutrientes esenciales, o de una mala asimilación del alimento. Los síntomas que provoca incluyen: bajo peso para su estura, retraso del crecimiento, reducción de la capacidad de aprendizaje, salud delicada y baja productividad. Este, a su vez se divide en 3 tipos:
    • Aguda: En Asia es de 1 de cada 10 niños menores de 5 años) mientras que en el Caribe y América Latina es de 1 cada 100.
    • Crónica: retraso del crecimiento infantil: 151.000.000 niños menores de 5 años. Asía tiene el 55% y África, el 39%.
    • Global

El informe finaliza con la siguiente declaración:

“El hambre es una violación de la dignidad humana y al mismo tiempo un obstáculo para el progreso social, político y económico. El derecho internacional reconoce que todos tienen el derecho fundamental a no padecer hambre, y 22 países han incorporado el derecho a los alimentos en su constitución.”

De hecho, el Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales de la ONU establece, en su Comentario General 12, lo siguiente:

“El derecho a la alimentación adecuada se ejerce cuando todo hombre, mujer o niño, ya sea solo o en común con otros, tiene acceso físico y económico, en todo momento, a una alimentación adecuada o a medios para obtenerla.”

Esto quiere decir que se debe garantizar el derecho de todo persona a poder alimentarse por sí mismo, lo que supone:

  1. que los alimentos estén disponibles –que la proporción de la producción sea suficiente para toda la población–, y
  2. que sean accesibles –que cada hogar pueda contar con los medios para producir u obtener su propio alimento.

Ya hace más de una década, este problema no solo afectaba a países pobres, ya que se calculaba que unos 11.000.000 de personas en países industrializados y alrededor de 27.000.000 en países en “transición” se enfrentaban a esta situación.

Si a esto añadimos la pobreza, los conflictos bélicos, las crisis económicas, fenómenos meteorológicos cada vez más extremos (como grandes sequías o graves inundaciones), consecuencias del cambio climático, el panorama que tenemos por delante es desolador.

Pero no debemos olvidar que, como consecuencia de este problema, se manifiesta otro: las enfermedades que provocan esta falta de alimentación, y que, a su vez, favorecen las infecciones, especialmente en los más pequeños.

La diarrea, el sarampión o el paludismo –por citar 3 de ellas- provocan que el organismo se sobrecargue y que se pierdan nutrientes valiosos, lo que fomenta la inapetencia y un menor consumo de alimento “avivando” la desnutrición.

Si esto, además, ocurre en niños, cuyos organismos demandan una mayor demanda de nutrientes, proteínas y calorías, el problema es mayor.

Pero el panorama es todavía peor ya que, en esta misma “franja”, debemos incluir a las madres lactantes y a las mujeres embarazadas: 1 mujer de cada 3 en edad reproductiva está afectada por la anemia. ¡¡¡EL PROBLEMA ESTÁ DESCONTROLADO!!!

¿Cómo es posible esto en el siglo XXI, en un mundo de abundancia? Según la OMS (Organización Mundial de la Salud) la raíz del problema está en la falta de equidad (forma eufemística de definir el EGOÍSMO) de las Administraciones en la producción y distribución de alimentos. Un ejemplo lo tenemos en un informe de la FAO que indicaba que ‘la 5ª parte más rica del mundo consume el 45% de la carne y el pescado mientras que la 5ª parte más pobre solo llega al 5%’.

Mientras el mundo siga en manos de personas con poder prácticamente absoluto (y, además, sin escrúpulos ni miramientos), a los que les parece que lo más importante es “sacar pecho” para decir que “tengo la bomba más pequeña pero más destructiva”, que “como te pongas tonto, te invado” o se impongan sanciones que apenas pagarán, (pero que perjudicará a los de siempre), y estupideces similares, o donde los recursos económicos se destinen a aumentar y “renovar” su arsenal militar mientras sus conciudadanos no consiguen llevarse un triste mendrugo de pan a la boca, todos estamos en “peligro de muerte”, aunque para demasiados, “la muerte” quizá haya sido su mejor aliada, pues al caer en sus brazos, se mantienen ajenos al dolor y el sufrimiento. ¡Qué triste!

In šāʾ Allāh (expresión árabe que significa “si Dios quiere”) esto se resolverá.

Pues sí… In šāʾ Allāh. Dejémoslo en sus manos.

EL OBSERVADOR